martes, 29 de noviembre de 2016

SEÑALANDO CON EL DEDO DEL PATRÓN

Cuenta Dacia Mariani la vida sin desperdicio. Italia y sus libros. Huir de Mussolini y acabar en Japón, niña con vientre hinchado, llena de piojos y hambre. Un campo de concentración terrorífico... "caminaba a cuatro patas... ya no me podía levantar...". En "La larga vida de Marianna Ucria y Baghería" (Minúscula), lo narra. Escorbuto, beri- beri, anemia perniciosa, las pulgas, el frío...... Y entonces, su padre, para protestar por el trato a los niños, a su hija, pidió que no se les tratase como prisioneros de guerra. Sabía que en la cultura samurái si te cortas un dedo y lo lanzas al enemigo, este ya no puede insultarte. Con el hacha se dirigió al poyete y de un golpe se lo mutiló. Sangrando, descompuesto pero altivo, lo entregó al oficial de guardia.
Al día siguiente en el pabellón de niños, una cabrita pequeña con leche, recompuso el caos.....
 Me miro un dedo cualquiera, a la postre los tengo delante tecleando. Dedos en sobres como muestra de chantaje. Los dedos sin uñas de los torturados por la benemérita. Dedos machacados, triturados. Una vez recogí un índice seccionado por un cofre de herramientas. Se puso cianótico enseguida, morado. Acabó en una bolsa con hielo y lograron cosérselo a su dueño en el hospital. Cuando lo volví a ver, el dedo era amarillo.
Hace nada Rosell, patrón de patrones intenta meternos otra vez su dedo gigantesco en el culo a los trabajadores de a pie. Y sin vaselina. Otra, tal para cual, propicia en esos menesteres, es la rara Fátima, ministra del ramo.
Este día estúpido (ladridos reverberantes en el horizonte) algo extraño huelo en el ambiente. Suenan rugidos de motor, píos débiles de pichones en sus nidadas. La autovía del infierno acaba dilatándose en neblina. Los espejismos afloran por doquier. Con el hacha en la mano, aquél hombre se dirigió al altar.
                                  

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