"Aprendí a buscarme la vida con este estilo de pura casualidad. Una vez, un redactor se vió apurado para completar un obituario que ese día se le iba de las manos. Habían muerto dos directores generales, ex banqueros, etc. No quiero ni recordar sus nombres, eran dos franquistas relamidos. Entonces me ofrecí y escribí en un rato, en la misma cafetería donde hablábamos, un panegírico sobre uno de ellos. Supe, al ver como abría los ojos, que le gustaba, que estaba bien. Perfecto, dijo. Desde entonces he hecho miles. Para revistas, prensa, discursos, mitines, pregones, parlamentos, homenajes, de apoyo a conferenciantes, a escritores consagrados, que sé yo, hasta para las revistas especializadas de los tanatorios.
Cultivar el estilo es trabajoso, máxime cuando quieres purificarlo. Arístides fue precursor de panegiristas con su loa al imperio romano: "Protegida por un anillo de acero, por un ejército de disciplina admirable, reclutado en las ciudades del Imperio por un sistema que satisfacía a todos, Roma vivía en paz, sus ciudades se desarrollaban, las comunicaciones eran fáciles y el comercio florecía. Las tierras lejanas derramaban sus productos, en cuyos mercados lo que no se veía no existía". En cuanto a mí, ahora mismo ya tengo cinco terminados, trabajos adelantados que venderé en cuanto la palmen sus destinatarios. Estos celebérrimos personajes son mayores de ochenta, políticos, viejos dinosaurios, nobeles, poetas exitosos. Cuando ocurra, sólo he de modificar la circunstancia. En realidad el exordio y el epílogo son los mismos, parten del mismo exoesqueleto, de la misma estructura narrativa. Hay que emplear mucha retórica y mucho discurso amplificado, en definitiva mero adorno estilístico. También, en caso de fallecimiento existe una variante, la Oratio Finus, muy agradecida de escribir porque te permite abundantes eufemismos, pero eso, amigo mío, no tengo porqué explicarlo, forma parte del oficio y del estudio. Por cierto, como la cosa está mal, si alguien necesita de mis letras, héteme aquí."
Cultivar el estilo es trabajoso, máxime cuando quieres purificarlo. Arístides fue precursor de panegiristas con su loa al imperio romano: "Protegida por un anillo de acero, por un ejército de disciplina admirable, reclutado en las ciudades del Imperio por un sistema que satisfacía a todos, Roma vivía en paz, sus ciudades se desarrollaban, las comunicaciones eran fáciles y el comercio florecía. Las tierras lejanas derramaban sus productos, en cuyos mercados lo que no se veía no existía". En cuanto a mí, ahora mismo ya tengo cinco terminados, trabajos adelantados que venderé en cuanto la palmen sus destinatarios. Estos celebérrimos personajes son mayores de ochenta, políticos, viejos dinosaurios, nobeles, poetas exitosos. Cuando ocurra, sólo he de modificar la circunstancia. En realidad el exordio y el epílogo son los mismos, parten del mismo exoesqueleto, de la misma estructura narrativa. Hay que emplear mucha retórica y mucho discurso amplificado, en definitiva mero adorno estilístico. También, en caso de fallecimiento existe una variante, la Oratio Finus, muy agradecida de escribir porque te permite abundantes eufemismos, pero eso, amigo mío, no tengo porqué explicarlo, forma parte del oficio y del estudio. Por cierto, como la cosa está mal, si alguien necesita de mis letras, héteme aquí."
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