lunes, 5 de diciembre de 2016

ROCK AND ROLL

Vendrá la muerte a matarme una mañana gélida. Apretará con agujas mi estómago y corazón, los estrujará hasta secarlos. Vendrá la muerte a matarme con la velocidad del relámpago. Y susurrará al oído verdades y mentiras crueles, las suficientes para descomponer el ápice de cerebro que sobrevivirá a esa hecatombe instantánea.
Dirán, ha muerto, era buena persona, o, ha muerto, era un miserable. Y un saxofonista de jazz con la piel verde hará malabares en el escenario, y, dirá: ha muerto, la muerte lo mató, lo asesinó una mañana gélida. Aquella bandada de estorninos volará en el fondo del mar como cardúmen ahuyentado. Aquél banco de túnidos piará en los árboles camino de África.
Vendrá en breve, lo sé, la habitación cochambrosa estará dispuesta para la investigación forense: ropa sucia, tres libros abiertos y subrayados, lápices sin punta, un bolígrafo goteando agua roja. Las hojas caducas filiformes inundarán los imbornales, y llorarán los que quise, llorarán un rato, el tiempo justo de las lágrimas de cocodrilo, llorarán por ellos, todos lloramos por nosotros, nunca por los idos. Entre papeles, goteras de óxido bajo alguna frase: era un canalla, en la morgue todos los canallas esperan protocolariamente un entierro fugaz de fuego, tierra o formol. Era un genio, y llorarán por ellos, todos los genios lloran por ello. Sólo un hombre, dirán los extremistas. Sólo un hombre de extremos. Y desfilarán al lado del saxofonista de jazz con la piel verde que hace malabares, y los hijos, las nueras, los amigos, los enemigos, la amante, el amante de la amante, todos dirán:
ha venido la muerte a matarlo. Y la muerte con su mano de escamas beberá tinta china y se atragantará, y dirá: ha muerto, era mortal estúpido, y los estúpidos también llorarán.
Una jauría de lobos arrinconará a un venado en el otro extremo del globo terráqueo. Rendido, irá la muerte a matarlo. Y los lobos se lo comerán, y darán de comer a sus lobeznos y un hombre sólo en medio de la tundra los espantará con su fusil. Vendrá la muerte, sí, a matarme una mañana gélida. La habitación cochambrosa adquirirá aspecto de fosa, y dirán: ha muerto.
Y volarán poemas desolados en las esquinas llena de orines de perros. Y alguno caerá en manos de alguien, y ese alguien dirá: estoy solo. Y la muerte también irá a matarlo otra mañana gélida.


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